“¿Si me acuerdo de alguna oportunidad de gol que hayamos tenido? No, la verdad que no”. La frase del Bichi Borghi no sólo es la más autocrítica del ciclo, sino que denota el momento de irregularidad que vive Boca. El director técnico está desorientado y por mucha buena voluntad que disponga, sus dirigidos parecen un equipo consolidado un partido y en otro parecen todo lo contrario.
La diferencia ante un Estudiantes que venía golpeado por la eliminación de la Sudamericana no fue de un gol, eso es sólo para los que se quieren autoconvencer que las cosas no están tan mal, porque la diferencia fue abismal. El partido del sábado fue la mejor prueba para los amantes del fútbol que el equipo está por encima de las "figuritas", y que la práctica del esquema de juego lleva un tiempo de adaptación que difícilmente sea sustentado con los resultados que el hincha de la azul y oro espera.
Ni siquiera la autocrítica de Clemente Rodríguez, que afirmó que se hacía cargo de gol porque Marcos Rojo atacó por la zona que le correspondía marcar a él, es suficiente para explicar la derrota. Como tampoco lo es la declaración del mismo volante lateral, quien expresó cuánto Boca extraña a Juan Román Riquelme... Errores de fondo, el análisis debe ser más profundo. Riquelme no salvará a Boca, aunque pueda ayudarlo desde su única sabiduría del juego.
Lo que debe pasarle al club de la ribera para aspirar a campeonar, es que pase el tiempo y la experiencia sirva como detonante de una ansiada solidez y criterio de juego.
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